El Puente del Diablo de Tarragona y su leyenda.
El Puente del Diablo de Tarragona, es un acueducto romano del siglo I, época del emperador Augusto y se construyó durante el crecimiento de Tarraco, capital de la provincia romana, Hispania Citerior Tarraconensis.
Es uno de los acueductos más monumentales y bien conservados de la época romana y el más importante de Catalunya.
Tarraco también dispuso de numerosas fuentes y termas. Para asegurarse el abastecimiento, la ciudad construyó tres conducciones. Una captaba las aguas del río Gaià y dos del río Francolí, el antiguo Tulcis. El Puente del Diablo ó acueducto de les Ferreres, pertenece a la más larga de las construcciones del Francolí.
El maestro de obras estaba construyendo el puente y una ventolera lo destruyó. Desesperado, dijo que sólo el Diablo podría construir un puente que durara mil años. Así que se le apareció Satanás que le garantizó que en esa misma noche construiría un puente. A cambio, el Diablo pidió el alma del que bebiera primero del agua que pasara por el puente. Astutamente, el maestro de obras hizo que fuera un asno el primero en beber, con lo cual, el Diablo tuvo que conformarse con el alma del pobre animal.
Otra leyenda explica que, hace muchos siglos, una doncella tenía que ir a buscar agua cada día a una gran distancia de la ciudad y la enojaba mucho tener que subir y bajar tanto el valle que forma el lugar donde hoy levanta el acueducto. El Diablo pactó con la doncella construirle un puente a cambio de su alma. Ella a su vez le puso una condición:
– Antes de que vuelva a salir el sol -le dijo- debe estar terminada tu obra; si no es así, mi alma quedará libre de tu poder.
Riéndose de estas naderías, el Diablo comenzó la obra con entusiasmo, dando ya por seguro la posesión del alma de la jovencita tarraconense. Pero ese día…, Dios quiso que el sol saliera antes de tiempo, y el gallo, fiel cumplidor de su misión, como cada día, saludó el sol y, esta vez, con el mejor y más estridente quiquiriquic de su vida. Fue una lástima. Al Diablo le faltaba poco para terminarlo. Se quedó sin el alma de la doncella y Tarragona tuvo un acueducto, del que se ha servido mucho en el transcurso del tiempo”.
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